El gran aporte de la Ley de Alquileres

Un nuevo ejemplo de la fatal arrogancia de la burocracia, y el tiro penal en contra de la sensibilidad exprés.

La Ley de Alquileres tiene el “gran mérito” de intentar reemplazar la acción humana por la decisión de “un grupo de elegidos” (valga el doble sentido) que han determinado que le evitarán a los seres humanos el trabajo de pensar y decidir

Por Dardo Gasparre — Periodista y analista económico — Columnista de El Observador de Montevideo y La Prensa de Buenos Aires

Fatal arrogancia

Posteriormente Hayek justamente igualaría los efectos o defectos de ideologías y dictaduras de izquierda y derecha que trataban de lograr o al menos de prometer esos mismos objetivos, una economía planificada centralmente por un grupo de iluminati, una Nueva Clase superior de burócratas preñados de la fatal arrogancia de ser capaces de reemplazar, u obligar, a la acción humana individual.

El viejo colectivismo

El alquiler de viviendas es cada vez menos transparente a partir de la limitación, relativización y hasta negación del derecho de propiedad, que viene ocurriendo desde aún antes de Perón en 1946, aunque inspirado por sus mismas teorías colectivistas, no sólo de izquierda sino fascistas, que trataban de captar al anarquismo y el sindicalismo naciente, por ese entonces bastante mimetizados. A partir de ese momento, por vía de la ley o de la ineptitud morosa de la justicia, se comienza con la práctica de impedir o demorar los desalojos por falta de pago, que continúa con los congelamientos de contratos y alquileres, donde ni la voluntad de las partes plasmada contractualmente tenía valor alguno. Casi de modo automático esas decisiones bajaron la calidad habitacional y también la buena fe. Se empezó a cobrar llave, una cifra muy alta que había que pagar en negro antes de tomar posesión de la propiedad, lo que intentaba compensar el hecho de que el inquilino se quedaría eternamente en la vivienda, con un alquiler bajísimo que reducía el valor del inmueble a cero o algo parecido.

Dos conceptos aberrantes

Siempre, esos movimientos se basaron en esos dos conceptos. La sensibilidad practicada con el dinero y la propiedad ajenos, más allá de cualquier consecuencia, como si la producción fuera infinita y automática; y la manipulación de la economía con mecanismos que nada tienen que ver con la acción humana, o con la oferta y demanda, que es lo mismo, también como si la producción fuera infinita, automática y estuviera garantizada a todo evento.

Maraña de leyes

Cuando eso pase, y pasará, se seguirán emitiendo maraña de leyes, que modifiquen las anteriores, la maraña de que hablaba Tocqueville, cada vez más precisas, cada vez más opresivas, cada vez más en contra del derecho, no sólo del de propiedad, cada vez más controladoras del individuo, y cada vez más inútiles. Pero eso no detendrá a la burocracia de la soberbia, entre otras cosas porque ha convencido a los votantes de que la vivienda es un derecho que el estado tiene que garantizar y proveer. Con lo que no puede ni retroceder, ni parecer equilibrado, ni respetar otros derechos que no sean los populistas.

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